¿Deberías estirar un desgarro muscular?
Los desgarros musculares representan hasta el 60% de todas las lesiones sufridas en el deporte. Los especialistas en rehabilitación y los entrenadores físicos de acondicionamiento físico debemos mejorar la prevención de los desgarros musculares, ya que la mayoría de ellos son evitables. Hay una pregunta en particular que se plantea con frecuencia, pero que tiene pocas respuestas en la búsqueda de una rehabilitación exitosa de los desgarros musculares: “¿Debo estirar un desgarro muscular?”

Mecanismo de lesión
Antes de determinar la ruta después de la lesión, debemos entender primero el mecanismo de la lesión:
Los desgarros musculares se producen cuando la fuerza aplicada al tejido genera una tensión o un esfuerzo mayor del que éste puede soportar. Esto daña las miofibrillas (fibras musculares) como resultado de rápidas contracciones excéntricas (de alargamiento), a menudo durante movimientos de aceleración o desaceleración.
Estirar un desgarro muscular repetiría el mecanismo de la lesión y aumentaría el potencial de dañar aún más una zona ya debilitada. Por lo tanto, reconocer que los desgarros se producen al cargar las fibras musculares más allá de su capacidad, nos permite determinar que volver a estirar/cargar inmediatamente esas fibras sería probablemente desfavorable.
Sin embargo, evitar los estiramientos a largo plazo tampoco es la mejor solución. Antes de entrar en las pautas de la rehabilitación de los desgarros musculares, primero tenemos que entender cómo clasificar la gravedad de la lesión y ser conscientes del proceso natural de curación.
Clasificación de los desgarros musculares

Los desgarros musculares suelen producirse en la unión miotendinosa (MT) cuando la fuerza se transfiere del músculo al tendón. Aunque muchos creen que éste es el lugar donde el músculo se une al tendón, en realidad la unión miotendinosa esta formada por varias uniones que convergen dentro del propio vientre del músculo. Esto se conoce como el tendón intramuscular, donde las miofibrillas se unen al tendón dentro del propio músculo, y es otro lugar de localización de los desgarros musculares.
Basándose en esta información, el BJSM propuso un nuevo sistema de clasificación clínica para las lesiones musculares que identifica la localización específica de la lesión dentro del músculo. Esta distinción es necesaria porque ahora sabemos que la proximidad del desgarro al hueso suele alargar el tiempo de rehabilitación. Por lo tanto, al utilizar ambas clasificaciones juntas, podemos calibrar con mayor precisión la recuperación prevista. Esto se determina en gran medida a través de los dos factores más importantes: la localización y el número de fibras musculares dañadas.
Por último, la tasa de recidiva de los desgarros musculares son superiores al 30%, por lo que es importante que eduquemos a nuestros pacientes sobre la mejor manera de tratar estas lesiones tanto a corto como a largo plazo
Propuesta de rehabilitación para los desgarros musculares
He aquí una propuesta de protocolo de rehabilitación a seguir tras un desgarros muscular:
1.Reposo Relativo + Movilización Temprana
Reducir la actividad y evitar agravar la tensión.
Iniciar movimientos activos ligeros para promover la recuperación activa (aumenta el flujo sanguíneo en la zona)
2.Recuperar el Rango de Movimiento
Centrarse en aumentar los rangos articulares con ligeros estiramientos activos
Evitar los estiramientos pasivos y la elongación muscular excesiva.
3.Aumentar la Resistencia
Baja intensidad (carga/resistencia), mayor volumen (repeticiones)
Centrarse en el aumento de la resistencia muscular mediante contracciones musculares concéntricas.
4.Aumentar la Carga
Aumentar la intensidad (carga/resistencia), disminuir el volumen.
Estresar el músculo afectado mediante un entrenamiento de fuerza.
5.Aumentar la Velocidad
Contracciones de mayor velocidad
Etapa final: retorno a la velocidad máxima (debe incluir la imitación del mecanismo de la lesión)
Entre los factores modificables que intervienen en la aparición de desgarros musculares se encuentran:
Calentamiento inadecuado
Lesión previa en el músculo o en sus articulaciones asociadas (que impide los patrones de movimiento típicos)
Insuficiente rango de movimiento o flexibilidad
Músculos débiles o fatigados
Mala recuperación (nutrición, hidratación, sueño)
Reducción de la perfusión vascular (debido a la enfermedad)